Max: Buenas tardes, que tal, deme un cuarto de palmeritas por favor.
Panadera: ¿Para qué quiere un cuarto lleno de palmeritas? ¿No prefiere una palmera sola, pero en una playa en vez del encierro de un cuarto?
— ¡Pero si en ésta ciudad está lleno de playas!
— Pero de estacionamiento señor. Donde los barriletes llevan grillete. Y piden a brazos alzados libertad.
— Ah, ¿usted se refiere a los muñecos esos que están en las entradas de las playas de estacionamiento? Son muy cómicos y simpáticos. Hay uno que siempre que paso me saluda.
— Cómico sos vos.
— Se me dan bien las artes histriónicas, dicen. Y eso que hoy ando sin careta. Debe ser por eso. Igual tuteame nomás.
— Si, si (¡¡Salame!!). ¿Algo mas además de las palmeritas?
— ¿Vienen con coco?
— No señor.
— ¿Palmeras sin coco? Después el cómico soy yo. ¿Me está cargando?
— Tengo escones de coco
— ¿Ah si? No los vi
— Es que están escon..didos ah jajajaja!!
— Después el cómico soy yo. Señora panadera, permítame decirle que creo que ha caído usted en el rubro equivocado.
— ¿Por qué?
— Porque en vez de venderme las delicias que aquí se preparan me quiere vender un paquete turístico.
— Vos decí lo que quieras. De acá no te vas sin un paquete. De palmeras, de cocos, de barriletes, de lo que sea. Yo soy vendedora, y te vendo cualquier cosa menos a la vieja.
— Ni pan viejo, quiero creer.
— También vendo pan viejo. La gente se lo lleva para hacer pan rallado. ¿Sabe la receta para que las milanesas queden bien pegadas al pan rallado?
— ¿No, cuál es?
— Yo tampoco, por eso le preguntaba. Es para ofrecer un servicio más integral.
— Entonces empiece por vender pan duro de salvado.
— Libro de quejas en la puerta.
— Si, si (¡¡salame!!) ¿Cuánto es?
— Tanto.
— No, la cifra exacta, no estamos relatando una anécdota.
— Es cierto. 35 pesos.
— Tome.
— Gracias, no bebo.
— El dinero. Será buena vendedora pero muy mala comerciante.
— Libro de quejas en la puerta.
— Gracias. Por cierto, dónde está la puerta?
— Es la misma por la que entró.
— Tenga usted muy buenas tardes.